Sobre el deseo
Me presento brevemente. Mi nombre no importa pero mi rol es el de narrador coprotagonista de esta historia sobre el deseo. No confesaré si ha sucedido o bien me la estoy inventando. Aviso de que quizá es una historia demasiado explícita para ciertos paladares. Si no le apetece leer sobre estos temas puede usted parar aquí mismo cuando guste. Allá vamos, espero que disfrute:
-Te quería preguntar una cosa.
-Dale.
-Es que…
-Venga, dale.
-Voy. Uf… Que si quieres follar.
-¿Cómo? Co..., co… ¿qué? No, o sea, no. Es que… no. O sea…
-Vale, perdona, lo pillo.
-No, que… no, o sea…
-Me ha quedado claro, jajaja. Perdona, en serio. No insisto más, si tú no quieres pues ya está.
-No es que quiera ni que no quiera, es que no, no puede ser, imposible. Bueno, es que no.
-Te había aceptado el primer no, pero de tanto decir que no ya me vas a hacer dudar, jajajaja. ¿No puedes o no quieres?
-Yo… es que no puedo ni contestar a esa pregunta. No puede ser.
-Vale, vale. Pues no se hable más.
-Gracias.
-Bueno, pues ya nos veremos.
-¡Claro!, Eh, que no me ha molestado.
-Vale, gracias. Hablamos, un abrazo.
-Un abrazo.
Aún no había terminado de asimilar la conversación cuando sonó el teléfono.
-Que sí.
-¿Que sí qué?
-No me lo hagas más difícil. Que quiero follar.
-Follar, en general. Pues muy bien.
-Joder.
-Dilo.
-Que quiero follar contigo. Que tengo muchas ganas de que follemos, y a tomar por culo todo.
-Voy, dime la dirección.
-Vivo con mis padres.
-Te recojo, dime la dirección.
Creo que, según la apunté, colgué sin despedirme, no me acuerdo. No se enfadó, deduzco, jajaja.
Volé. Llegué al coche sin aliento y sin aliento inicié el viaje. Unos 20 minutos todo lo rápido que podía ir sin correr peligro, que en realidad no era mucho ya que iba con la cabeza en otro sitio. No sé ni cómo llegué.
Paré en su puerta y rocé el claxon un segundo. La expectación, la puta expectación. Nos habíamos visto muchas veces y ahora estaba temblando como una hoja pensando en que estaba a punto de aparecer ante mí de nuevo, esta vez siendo todo distinto, sólo por haber dicho que íbamos a follar. La sóla intención verbalizada, puesta en común, lo cambiaba todo. Ansiaba el momento en que apareciese, literalmente, no podía más de la sola expectación, y entonces apareció, y me dejó sin habla su atractivo, más que nunca.
-¡Hola! Mira, cualquier saludo me parece ridículo ahora mismo, estoy temblando de las putas ganas que te tengo, así son las cosas, para qué mentir.
-Joder, arranca ya que no me aguanto más y no quiero acabar follando frente a la casa de mis padres, la verdad. Jajajaja. ¡Has tardado mucho!
-¡Vamos! Jajajajaja.
-Joder, no puedo más, te voy a violar en marcha, jajaja.
-Hostia, para, que nos matamos.
-¡Si no he hecho nada!
-¡Calla! Jajajaja.
-Jajajajaja, vale.
Luchaba por no quitar la vista de la carretera, y al cambiar de marcha sin querer se me torció un poco el coche porque me rozó la mano.
-¡Hostia! ¡Qué susto! Jajajaja. Vale, no te toco.
-Ahora ya sobre aviso puedes tocar, jajaja. Joder, no me aguanto.
-¡No me digas eso que me dan más ganas a mí! Jajajaja.
Me tocó, me acarició la mano al volante. No sé si un tercero vería la caricia inocente o qué pero para mí era lo más erótico del planeta, el simple roce de su piel en la mía, daba igual lo demás. Putas ganas.
-Putas ganas.
-Putas ganas. Jajajaja. Te voy a destrozar.
-Te tomo la palabra. Jajajaja.
Os podéis pensar que, con tantísimas ganas, cuando me puso la mano en la entrepierna, a través de la ropa, aquello sería tocar el cielo, pero no, o no si lo comparamos con el instante siguiente, cuando puse yo la mano sobre la suya. No me preguntéis por qué pero me apetecía más tocar yo.
Cuando las curvas, o la ausencia de ellas, al volante, me lo permitían, tocaba yo su cuerpo, arrugaba su ropa.
Desistió de intentar tocarme a mí. Se agarraba al asiento con las dos manos, con los brazos pegados al tronco, y yo deslizaba la mano por la tela y por los rincones de piel a mi alcance. Por todas partes indistintamente, mezclando paciencia y deseo incontrolable sin dejar de mirar el asfalto.
Suspiró y resoplé como respuesta.
-Joder.
-Joder.
Casi me estrello al aparcar, la verdad, pero creo que el coche no quedó tan torcido, dadas las circunstancias, las prisas, las ganas. Las putas ganas.
Cuando se subió al coche no nos rozamos siquiera, por mi parte porque no sabía ni cómo, pero en carretera se había roto el hielo por completo. Le metí la mano por dentro del pantalón, en el coche, en la calle, con la gente pasando por la acera. Cerró los ojos. Tenía la boca entreabierta. Me acerqué y me metí en la boca su labio inferior. Lo solté y nos morreamos.
-Vamos, corre.
-Vamos, vamos. Jajajajaja.
Me podría enamorar de esa risa pícara.
Por la calle corrimos como si llegásemos una hora tarde... a yo qué sé dónde. Corrimos, los dos, con ganas.
Portal. Ascensor, beso esperándolo. Agarrón en el culo. Puerta lenta, lentaaaa, y esto no arranca hasta que se cierra. Ahora 30 segundos de intimidad. Le bajé el pantalón, y todo, y pasé la lengua por su sexo. El bote del ascensor al frenar me devolvió a la realidad y le subí la ropa de golpe pensando en los vecinos. Las putas llaves, no las encuentro. ¿Las he perdido? Me empezó a meter mano. Los vecinos. Las mirillas. Pues si ven que vean, que se jodan. ¡Llaves! Abro puerta, cruzamos, nos besamos, cierro puerta. Fin.
Sí, fin, en serio, porque esta historia no va de meter y sacar, va del deseo. Espero que te haya gustado. No, no te tuteo por error, es que creo que me he ganado ese derecho con lo que te he contado. Venga, hasta otra, y te deseo buen sexo y mucho deseo compartido. Ah, disculpa. Una cosa más. ¿Qué género tienen los personajes? Dale una vuelta. Un saludo.